Hace la friolera de 1874 años, tal día como hoy, fallecía en una pequeña localidad costera de la Campania italiana uno de los sevillanos más poderosos de todos los tiempos: el emperador Adriano.
Nacido en Itálica, que durante siglos se vino a llamar "Sevilla la Vieja", no fue el único vecino de esta localidad que llegó a lo más alto del trono imperial, ya que tanto su antecesor y padre adoptivo, Trajano, como el gran Teodosio, a cuya muerte se dividió el Imperio en dos mitades, vieron por primera vez la luz en esta antigua colonia romana.
Abandonada y olvidada durante siglos tras la invasión árabe, curiosamente la primera normativa legal que protegería sus ruinas fue firmada por José Bonaparte cuando la ocupación francesa, constando de 2 artículos principales.
En el primero se ordenaba que la ciudad recuperara el nombre que había tenido en época romana, Itálica; y en el segundo se destinaba una partida presupuestaria para continuar las excavaciones arqueológicas, lo cual no puso freno al expolio sistemático sufrido por la colonia desde su abandono, pero al menos sentaba las bases para su estudio y puesta en valor posteriores.
De todas formas las primeras excavaciones arqueológicas se habían realizado unos años antes, durante el reinado de Carlos III, bajo la dirección del Conde del Águila, hallándose algunas piezas de un valor extraordinario como la estatua de Trajano o la de Mercurio, ambas encontradas en 1788 y hoy día expuestas en el Museo Arqueológico.
Ya seguiremos habando de estas excavaciones y las anécdotas que se sucedieron durante su curso, pero hoy toca recordar a Adriano, ese hijo de Itálica que moría un 10 de Julio tras una larga y azarosa vida, y nada mejor para hacerlo que este poema compuesto por él mismo pocos días antes de fallecer.
Pequeña alma, blanda, errante
Huésped y amiga del cuerpo
¿Dónde morarás ahora Pálida, rígida, desnuda
Incapaz de jugar como antes...?
No hay comentarios:
Publicar un comentario