En el Apeadero de la Casa de Pilatos, concretamente sobre el muro frontero con el Patio Principal, se aloja dentro de una hornacina circular una de las estatuas más antiguas y con más historia de Sevilla: el busto del rey Pedro I de Castilla.
Modelada en barro, esta escultura se encontraba, según cuenta la tradición, en la fachada de una casa señalando el lugar donde el monarca había asesinado a un miembro de la familia de los Guzmanes durante una de sus salidas nocturnas.
Descubierto don Pedro por una anciana gracias al peculiar sonido de sus canillas, ordenó colocar una figura con su efigie en el lugar del crimen, haciendo una peculiar y ventajosa interpretación de las leyes castellanas.
Y allí estuvo hasta 1599, año en que por su deterioro fue sustituida por la actual, esculpida en piedra y con un porte más monumental y vistoso.